domingo, 19 de julio de 2009

/ Capítulo III / Despertar.

En una habitación cuyas paredes estaban cubiertas de pantallas, un individuo con el rostro desfigurado por la concentración más profunda, estudiaba en una de ellas la relación entre dos gráficos decrecientes, hasta que su labor se vio interrumpida por el chillido de una alarma.

- ¡¿Otro más?! – Vociferó sin darse vuelta a quien entraba por la puerta ubicada a sus espaldas.
- Sí, señor. Están fuera de control.
- ¡¿Es que no entienden que todo esto es por su bien?! – El hombre de mediana edad se esforzó por controlar su nerviosismo. Se dio vuelta para enfrentar a un joven con apariencia asustada, y se relajó. – Bien… ¿Quién fue el pajarito esta vez?
- Señor, lamento ser yo quien se lo diga, pero… Fue Edwan.

La expresión de Eyphm Clarenter mutó en cuestión de segundos de la perplejidad absoluta, al shock, a la angustia más profunda. Su propio padre, uno de los locos suicidas que morían por doquier… que morían por amor a la vida. Él, experto en comunicaciones, una herramienta afilada por el rigor de la educación más estricta, no había podido entender que la última generación antes del boom de las especializaciones no soportaba ver como sus hijos se convertían en máquinas... máquinas sin corazón. Él mismo se había dejado llevar por el sistema, y no había logrado ver que la vida misma era más importante que seguir viviendo… casi por costumbre. Y por eso, como último acto desesperado para despertar a sus hijos, los padres de esta monstruosa civilización enloquecida, saltaban en un último vuelo en honor a todo ello en que habían basado su vida…

“Delirios de ave, la intención de saltar, de volar… ¿Qué quieren decir? Lo obvio es que nos piden que paremos con esto, cuánta razón tienen, pero ya somos robots… Siento como si hubiera salido de un ensueño, como si hubiera… ¿renacido mi corazón? ¿Hace cuánto que no festejo? ¿Hace cuánto que no sueño? ¿Hace cuánto que no vivo? ¿Hace cuánto que morí?... Pero hoy renací de nuevo… ¡Claro! Eso era… Mi padre siempre me contaba historias de un fénix… Una gloriosa ave que muere para revivir de sus cenizas… Él, en acto suicida, voló por primera y última vez… Y con su muerte… ¡Debe renacer el arte!”

He aquí el dilema… Decirlo era fácil, pero ya todos estaban introducidos en el gran plan… No se podía captar a nadie, todos eran títeres, y ni siquiera había un verdadero titiritero… Eran ellos mismos, trabajando para ideales que ni siquiera entendían…

Pero su línea de pensamiento se vio interrumpida por la voz temblorosa del joven parado a escasa distancia suya.

- Disculpe, señor… ¿Puedo retirarme?
- Sí, Christopher… Váyase tranquilo.

El estudiante se retiró, y mientras lo veía marcharse, su cabeza no dejaba de pensar. Tenía que haber una manera para parar esta masacre a la belleza… Él lo sabía… Pero, ¿cómo?

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